Cuentos de Felisberto Hernández

Cuentos de Felisberto Hernández Resumen y Análisis “Mi primera maestra”

Resumen

La historia trata sobre el narrador a sus 6 años y su maestra de la escuela. La maestra es una mujer grandota de dedos gordos que le permite a sus alumnos hacer ruido. Un día, el niño cruza la plaza sin que la madre se entere y toca la puerta de la casa de la maestra. Esta lo invita a pasar por un rato, en el que el niño ve a una gallina gris recostada sobre sus pollitos amarillos.

Aquella noche, el niño se acuerda de la gallina y de sus pollos y se imagina que vive bajo la pollera gris de su maestra. A partir de entonces empieza a recrear esta imagen durante las siestas. En su fantasía, él acaricia las piernas de la maestra y, aunque está debajo de su pollera, puede ver que su cara muestra tranquilidad. A veces también ve a la madre de la maestra, una viejita buena que le ofrece café con leche.

En el verano, los padres le dejan jugar un rato antes de ir a la cama. El niño aprovecha para escabullirse a lo de la maestra, a la que asusta entrando desde el zaguán. Una noche entra en el comedor y se esconde debajo de la mesa mientras la maestra lleva los platos a la cocina. Cuando ella se inclina en la mesa para tomar algo, el niño aprovecha para asomarse y mirar por debajo de su pollera, que aquella noche es blanca.

La maestra se sienta a leer un libro y el niño hace el intento de colocarse debajo de su pollera. Ella suelta un grito y cae. Al levantarse, primero se enfada, pero después se echa a reír. Manda al niño a su casa y le dice que le contará a su padre lo que él hizo, pero el niño se va aliviado, pensando que la maestra lo perdonó y que le gusta que él se meta debajo de su pollera.

Análisis

“Mi primera maestra” es una historia de deseo infantil, sobre un niño que quiere ingresar al espacio privado de su maestra: primero a su casa y luego a su pollera, para tocar sus piernas. Él se desplaza de su casa a la de ella sin que su madre se entere, como sabiendo que lo que busca hacer es algo prohibido. La maestra le permite entrar a su casa solo un rato, y lo reprende cuando el niño intenta meterse entre sus piernas, pero también se ríe de él y lo deja irse con una advertencia. Es así como la invasión a la privacidad queda atenuada por la inocencia infantil del personaje.

El niño asocia sus ansias de vivir debajo de la pollera de su maestra con la imagen de la gallina que acobija a sus pollitos. El color gris de la pollera y de la gallina refuerza esta asociación que parece insinuar un deseo maternal, algo que también se manifiesta en un diálogo que el niño imagina entre la maestra y su madre, en la que esta le pregunta a su hija qué está haciendo, y aquella le responde: “tengo cría” (p.216).

La fantasía se repite por las noches y a la hora de la siesta, es decir, en el momento del sueño. La sensación de tranquilidad que transmite su fantasía nos hace ingresar a nosotros, los lectores, en el orden de lo íntimo y de lo privado del niño. Aquí también, como en “Menos Julia” o “El acomodador”, aparecen ruidos como agentes externos que irrumpen la fantasía del narrador: “En casi todas las siestas las gallinas de casa cacareaban y yo las odiaba; no me daba cuenta [de] que estas gallinas eran iguales a las de la maestra” (p.216). La falta de semejanza entre las gallinas de su casa y de la maestra sugiere que el niño percibe una diferencia entre el ámbito interior propio y el ajeno. El ajeno, el de su maestra, atrae precisamente por eso, porque es un espacio desconocido que se envuelve en el misterio de lo que hay debajo de la pollera.

La actitud espía del niño, que se esconde para observar sin ser visto, intensifica esta idea de que se busca revelar un misterio, como cuando en “Menos Julia” el narrador se queda en el túnel para escuchar la conversación del excéntrico amigo y la muchacha. Esta actitud hace que el deseo maternal se confunda con un deseo más del orden de lo sexual. El niño comprende que meterse entre las piernas de la maestra es algo que no debería hacer. Por eso teme que se enfaden con él y piensa en resguardarse en su inocencia de niño: “si ella me descubría debajo de su pollera, yo le diría que era jugando” (p.217). El hecho de que la maestra se ría parece indicar que interpretó la acción del niño como un juego. Pero esta risa acaso confunde al niño, que se aleja pensando que a su maestra le gusta que él se meta debajo de la pollera. En este sentido, esta maestra es “la primera” en una suerte de iniciación temprana en el amor, a través de un deseo que oscila entre lo maternal y lo sexual.