El descubrimiento de América por parte de los europeos influyó profundamente en la visión utópica y los ideales científicos de Francis Bacon, funcionando como catalizador conceptual y telón de fondo para su obra La Nueva Atlántida.
La premisa de la historia comienza con viajeros ingleses que, desviados por una tormenta mientras navegan desde el Perú hacia China y Japón, descubren accidentalmente la isla de Bensalem. Esta narrativa de exploración y hallazgo de nuevas tierras refleja directamente el contexto de los grandes descubrimientos geográficos de la época. La isla es designada, a partir del título del libro, como la Nueva Atlántida, lo que alude a la concepción de América como “Nuevo Mundo” y, también, como la primera “Gran Atlántida”. Según relata el Gobernador de la Casa de los Extranjeros, la Atlántida platónica fue, en realidad, América en un momento anterior de esplendor, pero entró en decadencia tras una gran inundación ocurrida mil años después del Diluvio Universal. Por eso, Bacon concibe su Nueva Atlántida como una “Gran Restauración” (Instauratio Magna), es decir, una reforma radical del conocimiento destinada a recuperar el dominio humano sobre la naturaleza.
El entusiasmo por la ciencia en Bacon se vincula directamente con los descubrimientos marítimos que les abrieron a los europeos nuevos horizontes. Sin embargo, también emplea la imagen de América en sentido negativo, lo que convierte el texto de Bacon en precursor de la “calumnia de América”, responsable de crear el sentido de inferioridad del continente americano frente al Viejo Mundo. El evento del diluvio, que arrasó con aquella civilización, se usa para explicar su “escasa población” y la “rudeza e ignorancia de sus habitantes”, a quienes el Gobernador describe como un “pueblo joven, mil años menor que el resto del mundo”, incapaz de “dejar a su posteridad alfabeto, arte o civilización” (23). Esta representación sirve para reforzar implícitamente la idea de una superioridad civilizatoria e intelectual europea, presentando América como un estado primitivo o “pre-moderno”. No obstante, es necesario tener en cuenta que Europa también es cuestionada en La Nueva Atlántida, en contraste con la sociedad perfecta de Bensalem.
A pesar de esta visión, Bensalem mantiene un “comercio, no de oro, plata o joyas, sino de la primera creación de Dios, que fue la luz”, en alusión a “los descubrimientos realizados en todos los lugares del mundo” (27). Para ello, envía “Mercaderes de la Luz” a recorrer el mundo con el fin de recopilar conocimientos, libros, instrumentos y modelos de invenciones. Esto demuestra cómo las exploraciones globales sirvieron de inspiración para una nueva era de búsqueda y acumulación de saber, incluso cuando Bensalem decidió mantener su propia existencia en secreto.
En síntesis, América aparece en La Nueva Atlántida como el límite real de las exploraciones europeas, es decir, como la frontera geográfica concreta hasta donde habían llegado las ambiciones científicas y colonizadoras de la época. Al mismo tiempo, su supuesto atraso resalta el ideal de progreso, conocimiento y perfección que representa la sociedad de Bensalem. De este modo, Bacon convierte América en el borde del mundo conocido desde donde proyectar una nueva visión del futuro.