La Nueva Atlántida

La Nueva Atlántida Resumen y Análisis Primera parte

Resumen

El relato comienza con un narrador en primera persona que cuenta cómo él y una tripulación de cincuenta hombres parten, desde Perú, rumbo a China y Japón por el Mar del Sur. Tras varios meses con buenas condiciones de navegación, fuertes vientos del sur los desvían hacia el norte e impiden que sigan avanzando. Pronto comienzan a quedarse sin provisiones, a la deriva, en la inmensidad del océano.

Un día, avistan tierra y dirigen el barco hacia allí. Al acercarse a la costa, un bote con ocho hombres se aproxima y les entrega un pergamino escrito en latín, en griego antiguo y en español en el que se les prohíbe desembarcar, aunque se les promete ayuda y provisiones para los enfermos. El pergamino está firmado con el signo de la cruz.

Los exploradores responden en español, argumentando que, si sus enfermos, un total de diecisiete personas, no pueden descender, sus vidas correrán peligro. Tras deliberar durante tres horas, los isleños regresan y les hacen una pregunta crucial: si son cristianos. Al responder afirmativamente, se les concede permiso para desembarcar.

Una vez en tierra, son conducidos a la Casa de los Extranjeros, una residencia bien equipada, con recursos médicos y abundante comida. En el trayecto, los habitantes de la isla los reciben con gestos amables. Aunque deben permanecer tres días dentro de la casa, se les explica que es para su propio descanso y recuperación. Allí reciben medicamentos y una fruta especial que ayuda a los enfermos a recuperarse. La tripulación agradece la hospitalidad de los isleños y reconoce en ello la ayuda de Dios.

Poco después, reciben la visita del Gobernador de la Casa de los Extranjeros, que les revela que la isla se llama Bensalem, y que rara vez reciben visitas del exterior. Les permite hacer todas las preguntas que deseen, y lo primero que los exploradores quieren saber es cómo fue que los habitantes de Bensalem se convirtieron al cristianismo.

Análisis

En la tradición literaria occidental, la utopía es un género narrativo que describe una sociedad ideal, muchas veces imaginada en un lugar lejano o desconocido, que sirve como contraposición con las sociedades del mundo real. La Nueva Atlántida se inscribe en esa tradición introduciendo un elemento nuevo: la ciencia como motor de la organización social y del progreso humano.

En la Europa de Bacon, de finales del siglo XVI y comienzos del XVII, se observa una transición en la manera de entender el mundo: el pensamiento medieval, basado en la autoridad religiosa y los saberes tradicionales, empieza a ceder ante una nueva confianza en la razón, la observación y el conocimiento natural. Sin embargo, la fe cristiana sigue siendo una base de legitimidad moral y social. Esa convivencia entre tradición religiosa y naciente racionalismo científico se refleja en La Nueva Atlántida, donde la religión y la ciencia no se contraponen, sino que coexisten armónicamente dentro de una misma cosmovisión. Esta articulación, propia de una época de transición, permite imaginar una sociedad utópica en la que el conocimiento se pone al servicio del bien común sin entrar en conflicto con la dimensión espiritual.

La primera sección del relato establece el punto de partida para esta exploración utópica: un grupo de marineros europeos que ha estado recorriendo tierras americanas se pierde en el mar y, por azar, encuentra una isla desconocida. Este comienzo contribuye a crear un clima de misterio, ya que los marineros no saben si los habitantes serán hostiles o amigables. Incluso cuando los isleños se acercan por mar, sus intenciones no son del todo claras: ofrecen ayuda y provisiones, pero no les permiten desembarcar.

Este primer encuentro anticipa uno de los ejes centrales del relato: el secretismo. Nada se sabe sobre los habitantes ni sobre la isla, y tanto el lector como el narrador comparten esa incertidumbre. Ignoramos si esta comunidad será afín a las sensibilidades de la civilización occidental de aquel entonces. Desde el punto de vista de los isleños, los marineros son “extranjeros” que vienen a interrumpir una comunidad armónica y cerrada al mundo exterior.

Sin embargo, hay un dato que transforma esa condición de mutua desconfianza: los marineros declaran ser cristianos. Esa sola afirmación les permite desembarcar y ser alojados en la Casa de los Extranjeros. Este hecho resulta fundamental para el comienzo de la historia, ya que establece al cristianismo como un principio rector compartido entre los forasteros y los nativos de la isla. De esta forma, la religión cristiana se convierte en un canal para el intercambio cultural que regula el modo en que las personas, aun perteneciendo a mundos distintos, se relacionan entre sí.

Es así como, desde el inicio de la narración, Bacon presenta el cristianismo –y su expansión hacia otras tierras– como un instrumento de comunicación y entendimiento entre civilizaciones, y como una fuerza unificadora capaz de abrir el camino al conocimiento y a la paz. Al mismo tiempo, se insinúan los primeros indicios del desarrollo científico de Bensalem: los habitantes curan a los marineros enfermos con naranjas escarlatas, utilizadas como remedio para las enfermedades contraídas en el mar, y con “pequeñas píldoras grises o blanquecinas” (12) que logran una recuperación rápida. Este detalle anticipa el bienestar material y los avances médicos que caracterizan a la sociedad utópica de la isla.