La Nueva Atlántida

La Nueva Atlántida Citas y Análisis

Al encontrarnos sin provisiones, en medio de la mayor inmensidad de agua del mundo, nos consideramos perdidos y nos preparamos para morir. Sin embargo, elevamos nuestros corazones y voces a Dios, al Dios que ‘mostró sus milagros en lo profundo’, suplicando de su merced que, así como en el principio del mundo descubrió la faz de las profundidades y creó la Tierra, descubriera ahora también la Tierra para nosotros, que no queríamos perecer.

Narrador, 6

El narrador expresa el estado de ánimo de los tripulantes mientras su embarcación es arrastrada por los vientos, fuera de su curso. Más que una simple descripción, sus palabras adoptan la forma de una plegaria por su salvación ante la inminencia de la muerte.

Esta invocación a Dios anticipa el papel central que tendrá la religión a lo largo del relato, ya que muy pronto llegarán a Bensalem, una isla profundamente cristiana. Al mismo tiempo, esta plegaria sugiere una visión del conocimiento como un don divino: así como Dios descubre la tierra en el Génesis, también puede revelarla a los hombres que claman por guía. De este modo, la escena vincula la búsqueda de tierra –y más adelante, de verdad– con la intervención divina, subrayando la armonía entre fe y razón que atraviesa toda La Nueva Atlántida.

Si todos ustedes juran, por los méritos del Salvador, que no son piratas ni han derramado sangre, legal o ilegalmente, en los cuarenta últimos días, tendrán permiso para desembarcar.

Funcionario del Estado de Bensalem, 9

Al principio del relato, los exploradores no tienen permiso para desembarcar en Bensalem. Sin embargo, cuando informan que algunos de sus hombres están gravemente enfermos, los isleños acceden a recibirlos, demostrando un espíritu compasivo. Este gesto humanitario, no obstante, está condicionado: los recién llegados deben prestar un juramento de devoción y pureza, afirmando que no han cometido actos de violencia ni piratería recientemente. Esta exigencia revela hasta qué punto los habitantes de Bensalem valoran la santidad de su tierra y la integridad moral de quienes la pisan.

La comunidad de Bensalem se esfuerza por preservar su cultura, su fe y sus costumbres de cualquier contaminación externa. Por eso, todo visitante debe adherirse a su código ético y religioso, aunque sea de forma temporal. Este compromiso con la pureza moral también se refleja en sus funcionarios, quienes consideran inmoral aceptar cualquier tipo de gratificación personal por sus servicios. Por eso, rechazan el ofrecimiento con la frase “pagado dos veces” (10), porque lo consideran contrario al robusto sistema de valores que sostiene su sociedad. De esta manera, Bensalem se presenta como una utopía en la que la virtud no solo es proclamada, sino activamente protegida.

Queriendo también aquel rey unir la humanidad y la prudencia, y pensando que era una falta de lesa humanidad detener aquí contra su propia voluntad a los extranjeros, y de prudencia el que volvieran y revelaran su descubrimiento de este Estado, adoptó las medidas siguientes: ordenó que todos aquellos extranjeros a los que se les hubiera permitido desembarcar podían partir cuando quisieran; y que los que desearan permanecer tuvieran buenas condiciones de vida y se les dotara de medios para vivir a costa del Estado. Previó en tan gran medida el futuro, que en tantos años como han transcurrido desde la prohibición no recordamos que retornara ningún barco, excepto trece personas, en épocas diferentes, que prefirieron volver. Ignoro qué es lo que contarían los que volvieron. Hay que creer que lo que relataran en cualquier parte que llegaran fuera considerado un mero sueño.

Gobernador de la Casa de los Extranjeros, 25

En esta cita, el Gobernador de la Casa de los Extranjeros explica cómo el rey Salomona implementó su política respecto a los forasteros que llegaban a Bensalem: todos tenían libertad para regresar a sus países de origen cuando quisieran, pero aquellos que decidieran quedarse serían integrados plenamente a la comunidad y mantenidos por el Estado. Esta disposición revela un equilibrio notable entre humanidad y prudencia. Por un lado, se respeta el libre albedrío de los visitantes; por otro lado, se protege la discreción del reino y su modo de vida.

El hecho de que el Gobernador de la Casa de los Extranjeros confíe en que el secretismo se preserve por la suposición de que la isla será tomada por un “mero sueño” refuerza la dimensión mítica del lugar: Bensalem es tan perfecta, tan ajena a los defectos del mundo exterior, que su sola existencia resulta irreal para quienes no la han conocido. Este pasaje también subraya un aspecto clave del pensamiento de Bacon: la grandeza de una sociedad no se mide solo por sus instituciones, sino también por la manera en que trata a los demás, incluso si son extranjeros. La voluntad del Estado de cuidar a quienes decidan quedarse, sin importar su origen o su estatus económico, eleva aún más el ideal utópico que representa la isla.

Nos consideramos libres viendo que no había peligro de perdición extrema, y desde entonces vivimos con más alegría, saliendo a la calle y viendo todo cuanto era digno de visitarse en la ciudad y lugares cercanos, dentro de los límites que nos estaban permitidos; nos relacionamos con muchas personas importantes, y encontramos en ellas tanta afabilidad que parecía que formaba parte de su condición recibir a extranjeros. Y esto fue bastante para hacernos olvidar cuanto nos era más querido en nuestros propios países. Continuamente hallábamos cosas que valía la pena observar o relacionarse un ellas. Sin duda alguna, si existiera un espejo en el mundo merecedor de que el hombre se fijara en él, éste sería aquel país.

Narrador, 28

Cuando el narrador y su tripulación reciben permiso para abandonar la Casa de los Extranjeros y recorrer la isla, comienzan a comprobar la rectitud moral y la amabilidad de sus habitantes.

En esta cita, se describe no solo el carácter hospitalario de la gente de Bensalem, sino también la impresión que la isla produce en sus visitantes. La belleza de su entorno, la cortesía de sus habitantes y la abundancia de aspectos dignos de admiración hacen que los exploradores se sientan más en casa allí que en sus propias tierras.

El narrador remarca que la amabilidad con la que son recibidos no es una cortesía circunstancial, sino un rasgo característico del pueblo de Bensalem, algo que parece formar parte de su propia naturaleza. Esto refuerza la idea de que se encuentran ante una sociedad utópica, no solo por sus logros científicos o su orden político, sino también por su calidad humana. La frase final, que indica que Bensalem sería el espejo del mundo más digno de ser observado por el hombre, eleva a la isla como modelo ideal de civilización para toda la humanidad.

Era judío y circunciso, pues existen allí algunas familias judías a quienes dejan conservar su religión propia. Y hacen bien porque estos judíos son muy distintos de los que viven en otros países. En tanto que éstos odian el nombre de Jesucristo y poseen un rencor innato contra las personas entre quienes viven, aquéllos, por el contrario, conceden a nuestro Salvador muchos y elevados atributos, y aman en gran medida a Bensalem.

Narrador, 32

Una semana después de su llegada a Bensalem, el narrador entabla amistad con un comerciante judío llamado Joabin. En este fragmento, describe a Joabin como un judío excepcional, diferente de aquellos que, según él, odian el nombre de Jesucristo y mantienen un resentimiento latente hacia los cristianos en otras partes del mundo. En contraste, los judíos de Bensalem son presentados como respetuosos, afectuosos e, incluso, admiradores de Cristo.

Estas observaciones, que desde una mirada contemporánea pueden leerse como marcadamente antisemitas, refuerzan la armonía que caracteriza a la sociedad de Bensalem y la centralidad del cristianismo como eje cultural. Aunque la isla permite la práctica de otras religiones, como en el caso de estas pocas familias judías, se deja en claro que la cosmovisión cristiana es la que estructura la moral, la convivencia y los ideales de esta comunidad. La inclusión de Joabin, un judío que comparte esos valores, sirve entonces no solo para mostrar tolerancia, sino también para afirmar que el respeto por el cristianismo es condición necesaria para formar parte de esta utopía.

Pero escúcheme ahora, y le diré lo que sé. Comprenderá que no existe bajo los cielos una nación tan casta como la de Bensalem, ni tan libre de toda corrupción o torpeza. Es la nación virgen del mundo.

Joabin, 32

Joabin describe el carácter utópico de la isla a través de la moral de sus habitantes. Afirma que no hay nación bajo el cielo tan casta como Bensalem, a la que llama “la nación virgen del mundo”. Podría parecer paradójico que Joabin, que no profesa la fe cristiana, exalte estos valores de pureza sexual y moral propios del cristianismo. No obstante, su perspectiva externa refuerza la legitimidad del elogio: si incluso alguien de otra religión reconoce esa virtud, es porque se trata de una cualidad evidente y admirable.

La castidad, en este contexto, se presenta no solo como una práctica religiosa, sino también como un principio fundacional de la vida social de Bensalem, cuyas leyes buscan preservar la santidad del matrimonio. Esta pureza no se limita a la abstención o al control de los impulsos, porque también expresa un ideal más amplio de integridad, respeto mutuo y armonía comunitaria. De este modo, el comentario de Joabin confirma lo que el narrador también ha observado: que la virtud moral es uno de los pilares de esta sociedad utópica.

Sepa usted que entre ellos no existen burdeles ni cortesanas ni nada que se le parezca. Se maravillan, detestando el hecho, de que se permitan tales cosas en Europa. Dicen que ustedes han destrozado el matrimonio, ya que éste está ordenado como remedio contra la concupiscencia ilícita, y la concupiscencia natural parece un incentivo para el matrimonio; pero cuando los hombres tienen a su alcance un remedio más agradable para su corrompida voluntad, el matrimonio casi desaparece. Por esto existen infinitos hombres que no se casan, y que prefieren una vida de soltero, impura y libertina, al yugo del matrimonio […]. Y cuando se casan, el matrimonio es para ellos un mero negocio mediante el que se busca un enlace ventajoso, dinero o reputación, yéndose a él con un vago deseo de reproducción y no con la recta intención de una unión entre marido y mujer, que es para lo que fue instituido.

Joabin, 34

Cuando el narrador le pregunta a Joabin qué leyes rigen el matrimonio en Bensalem, este señala que su comprensión del matrimonio es mucho más fiel a los valores cristianos que la de los europeos. Joabin critica duramente las costumbres de Europa, donde, desde su perspectiva y la de los habitantes de Bensalem, el matrimonio ha sido desvirtuado por intereses materiales y deseos egoístas. Mientras que en Bensalem el matrimonio se concibe como una unión moral y espiritual entre marido y mujer, en Europa se ha transformado en una transacción económica o social, carente de verdadera intención afectiva o ética.

Joabin destaca que la existencia de burdeles y cortesanas en Europa ha degradado la institución del matrimonio, ofreciendo un “remedio” alternativo al deseo sexual que debilita el compromiso con el vínculo conyugal. La crítica alude también a la decadencia moral de la Europa moderna, y refuerza la idea de Bensalem como una utopía no solo científica y religiosa, sino también profundamente ética.

El fin de nuestra fundación es el conocimiento de las causas y movimientos secretos de las cosas, así como la ampliación de los límites del imperio humano para hacer posibles todas las cosas.

Padre de la Casa de Salomón, 38

Cuando el narrador es recibido para tener una entrevista privada con uno de los padres de la Casa de Salomón, accede al conocimiento de la estructura y el propósito de lo que podríamos llamar el corazón de esta utopía. En esta cita, el padre revela el fin último de la fundación: el conocimiento de las causas ocultas y de los movimientos del mundo natural, para que el hombre pueda dominarlo y transformarlo. Este fin resume con claridad la misión científica y humanista de la Casa de Salomón. No se trata solo de acumular saberes, sino de comprender, experimentar y transformar el entorno en beneficio de la humanidad.

Detrás de esta búsqueda está el método científico, en su versión más ideal: investigación sistemática, observación rigurosa, interpretación y aplicación práctica del conocimiento. La utopía de Bensalem no se fundamenta en la abundancia material ni en la paz impuesta, sino en una aspiración profundamente moderna: dominar las leyes de la naturaleza para expandir las posibilidades humanas.

Tenemos también…

Padre de la Casa de Salomón, 39 y siguientes

Mientras el narrador escucha al padre de la Casa de Salomón, casi todos los párrafos comienzan con la frase “Tenemos también...”. Esta repetición no es casual: funciona como un recurso retórico que marca la abundancia, diversidad y sofisticación del conocimiento que posee esta institución. Cada “tenemos también” no solo enumera una nueva instalación, tecnología o tipo de experimento, sino que refuerza la idea de que Bensalem, y especialmente la Casa de Salomón, supera con creces a cualquier nación europea contemporánea en términos de avance científico.

La acumulación de saberes y recursos que se presenta a través de esta frase transmite una sensación de plenitud y autosuficiencia. A través de esta forma de enumerar, el padre informa, pero también impresiona, persuade y comunica la magnitud de una civilización que ha puesto la ciencia al servicio del bien común. Para el narrador, y para el lector de Bacon, esta estructura repetitiva funciona como una afirmación del poder transformador del conocimiento racional, metódico y organizado.

Dios te bendiga, hijo mío, y que bendiga igualmente mi relato. Te autorizo para que lo publiques en bien de todas las otras naciones, pues la nuestra permanece aquí, en el seno de Dios, como una tierra desconocida.

Padre de la Casa de Salomón, 50

Cuando el padre de la Casa de Salomón termina de relatar al narrador los fundamentos, estructuras y objetivos de su institución, lo bendice y le concede permiso para publicar lo que ha oído para beneficio de las otras naciones. Esta escena funciona como un gesto simbólico que explica el origen de La Nueva Atlántida como una revelación destinada a Europa.

La expresión “nuestra [nación] permanece aquí, en el seno de Dios, como una tierra desconocida” condensa dos de los temas centrales de la obra: el secretismo y el cristianismo. Por un lado, subraya el aislamiento deliberado de Bensalem, una sociedad que preserva su pureza mediante leyes estrictas que restringen el contacto con el exterior. Por otro, enmarca ese aislamiento como un acto sagrado, pues sitúa a Bensalem “en el seno de Dios”, es decir, bajo su protección directa.

En este sentido, la revelación que hace el padre constituye una apertura excepcional al mundo, justificada por un propósito superior: compartir el modelo virtuoso de Bensalem con las naciones que aún pueden redimirse. La autorización a publicar, entonces, no es solo un permiso, sino una misión espiritual, en la que el conocimiento científico y la fe cristiana se refuerzan mutuamente como pilares de una sociedad verdaderamente utópica.