Resumen
El padre de la Casa de Salomón le explica al narrador cuáles son los distintos roles que desempeñan los miembros de la institución. A doce hombres se les asigna el papel de “Mercaderes de la Luz”: son los encargados de viajar por el mundo cada doce años para regresar con conocimientos sobre otras civilizaciones. Otros tres, llamados “Depredadores”, se dedican a recopilar los experimentos registrados en todos los libros disponibles. Los “Hombres del Misterio” se enfocan en los avances en las artes mecánicas, las ciencias liberales y aquellas prácticas que no se incluyen dentro de las artes tradicionales.
Los “Pioneros” o “Mineros” realizan nuevos experimentos; los “Compiladores” catalogan y organizan los experimentos efectuados, y los “Donadores” o “Benefactores” buscan extraer de esos experimentos conclusiones útiles y aplicables. Tres hombres conocidos como “Lámparas” supervisan y dirigen los experimentos desde un nivel más elevado, mientras que los “Inoculadores” son quienes ejecutan los experimentos bajo su dirección. Finalmente, los “Intérpretes de la Naturaleza” sintetizan los descubrimientos en forma de “observaciones, axiomas y aforismos” (48).
La Casa de Salomón mantiene una estricta jerarquía entre estos distintos cargos, y existen aprendices y novatos que, con el tiempo y el mérito, ascienden a estos puestos. Además, los miembros de la institución rezan a Dios diariamente y siguen fielmente ordenanzas y ritos vinculados a la invención y el descubrimiento.
Al concluir su explicación, el padre se levanta, apoya una mano en el hombro del narrador, lo bendice y le otorga permiso para dar a conocer todo lo que ha escuchado, para el bien de otras naciones. Antes de despedirse, le entrega dinero para su tripulación.
Análisis
En la sección final de La Nueva Atlántida (aunque se sabe que Bacon planeaba continuar la historia más allá de este punto), el padre de la Casa de Salomón profundiza en el método baconiano del descubrimiento a través de la explicación de los roles de cada miembro de la institución. Estos diversos cargos aluden a las etapas del método experimental: plantear hipótesis, llevar a cabo experimentos y extraer conclusiones generales a partir de los resultados obtenidos. En este sentido, los distintos papeles encarnan aspectos del razonamiento lógico y de la deducción científica.
Así, los Mercaderes de la Luz representan el saber previo que alimenta la experimentación, ya que son los encargados de traer información y conocimientos de otras civilizaciones. Por su parte, los Intérpretes de la Naturaleza, uno de los cargos más importantes de la Casa de Salomón, se dedican a transformar los resultados de las investigaciones y experimentos en “observaciones, axiomas y aforismos” (48), es decir, en verdades generales que ayudan a comprender el mundo natural. Al describir estos roles, el padre de la Casa de Salomón ilustra cómo la humanidad puede avanzar en el conocimiento de sí misma y de su entorno, impulsando así el progreso, la innovación y la invención.
El relato presenta al padre de la Casa de Salomón como una figura casi divina, tanto para su pueblo como para el narrador. El título mismo de “padre” refuerza esta dimensión, ya que remite tanto a Dios como a los sacerdotes de la fe cristiana. El gesto final –cuando el padre coloca una mano sobre el hombro del narrador, lo bendice y le concede permiso para dar a conocer lo aprendido al resto de Europa– refuerza la idea de que esta utopía basada en la ciencia está consagrada por Dios y guiada por su voluntad. De este modo, mientras muchos podrían ver la ciencia y la religión como esferas opuestas, La Nueva Atlántida sugiere que el descubrimiento científico no solo es compatible con la fe cristiana, sino que constituye una expresión de la voluntad divina.