Si bien a menudo es prudente evitar referencias directas a la biografía de un autor al momento de analizar una obra literaria, este enfoque puede ser útil aquí para dilucidar ciertas conexiones que la novela tiene con su tiempo y lugar de producción.
Ensayo sobre la ceguera puede relacionarse concretamente con determinadas circunstancias políticas de su autor, José Saramago. Esta relación es especialmente interesante en esta novela, en tanto esta parece evitar cualquier conexión con el mundo real al no darle nombres ni a la ciudad donde ocurren los hechos ni a los personajes que los protagonizan. Sin embargo, algunos puntos destacados de la biografía de José Saramago pueden relacionarse con eventos de la trama.
Saramago nació en un pequeño pueblo llamado Azinhaga, en la zona rural de Portugal. Gran parte de su carrera la pasó en relativa oscuridad, escribiendo para periódicos y produciendo novelas de poco impacto. Fue recién pasando los cincuenta años de vida cuando logró elogios internacionales por su novela Baltasar y Blimunda. Sin embargo, durante su tiempo de oscuridad, Saramago ya había comenzado a cultivar puntos de vista, en buena medida, impopulares.
En 1968, se unió al Partido Comunista Portugués. Esta decisión fue tomada bajo su propio riesgo personal, ya que el PCP era un explícito opositor al entonces dictador Antônio Salazar. Muchos de sus miembros fueron torturados o encarcelados por su afiliación. Este no fue el caso de José Saramago. Algunos años más tarde, también tuvo choques con el gobierno de turno cuando su novela, El evangelio según Jesucristo, no pudo disputar el Premio Literario Europeo por la preocupación de que la novela incomodara a la comunidad católica romana. Tras este último acto de censura, Saramago y su mujer se trasladaron a Lanzarote, una isla de Canarias.
Las opiniones políticas de Saramago son críticas y antiautoritarias pero no necesariamente democráticas. En este sentido, vale la pena señalar que el PCP nunca apoyó una democracia parlamentaria total. Este punto de vista se refleja con cierta claridad en Ensayo sobre la ceguera.
Un primer ejemplo de esto son las acciones del Gobierno (palabra que siempre se escribe con mayúscula, lo que aporta a una lectura alegórica que no critica a un tipo de gobierno específico sino al concepto mismo en el contexto de las sociedades contemporáneas). Podemos caracterizar la relación del gobierno con su pueblo como esencialmente cínica. Esto se ve reflejado en las decisiones logísticas tomadas con respecto a la cuarentena. Cuando intentan decidir dónde hacer la cuarentena, consideran varias opciones. Algunas habrían sido más adecuadas (instalaciones más amplias y aptas) pero se pasan por alto en beneficio de la protección de intereses privados:
De qué posibilidades inmediatas disponemos, quiso saber el ministro, Tenemos un manicomio vacío, en desuso, a la espera de destino, unas instalaciones militares que dejaron de ser utilizadas como consecuencia de la reciente reestructuración del ejército, una feria industrial en fase adelantada de construcción, y hay también, y no han conseguido explicarme por qué, un hipermercado en quiebra, Y, en su opinión, cuál serviría mejor a los fines que nos ocupan, El cuartel es lo que ofrece mejores condiciones de seguridad, Naturalmente, Tiene, no obstante, un inconveniente, es demasiado grande, y la vigilancia de los internos sería difícil y costosa, Entiendo, En cuanto al hipermercado, habría que contar, probablemente, con impedimentos jurídicos diversos, cuestiones legales a tener en cuenta, Y la feria, La feria, señor ministro, creo que sería mejor no pensar en ella, Por qué, No le gustaría al ministerio de Industria, se han invertido allí millones, Queda el manicomio (...). (p.40)
Luego, cuando llega el momento de traer más internos, el Gobierno mezcla a los infectados, ya ciegos, con quienes tuvieron contacto estrecho con ellos y podrían estar enfermos, destruyendo cualquier esperanza, para estos últimos, de evitar el contagio. El Gobierno invoca palabras como "civismo", "deber", "colaboración", "responsabilidades" en el anuncio por altavoz que se hace para que los nuevos internos acaten pacíficamente un encierro que evidenciará ser cada vez más inhumano. De hecho, mientras se les pide a los internos que consideren su permanencia en el hospital psiquiátrico como un sacrificio por el bien de la Nación, tanto el Gobierno como el Ejército tratan a los internados más como combatientes enemigos que como ciudadanos. En este sentido, el Gobierno se describe, en la novela, como una mera extensión de las peores tendencias de la naturaleza humana, accionando a través del miedo, el egoísmo y la avaricia.
Hacia el interior del hospital psiquiátrico, podemos ver encarnados en el médico y el ciego de la pistola dos formas de gobierno rivales. La primera propuesta de organización política apela a la racionalidad y la colaboración, a veces mediada por la figura del médico. Por ejemplo, se intenta organizar el racionamiento de la comida y el entierro de los cuerpos. Este arreglo, sin embargo, da cuenta de ser ineficaz y depende, esencialmente, de la buena voluntad de los miembros de la comunidad para llevarse a cabo con éxito. No existe, por ejemplo, ningún mecanismo para castigar a las personas que roban alimentos. Cada decisión, además, debe tomarse con el consentimiento de todos, lo que significa que acciones simples deben retrasarse hasta que se pueda llegar a un acuerdo satisfactorio entre todas las partes. Esta organización destaca las dificultades inherentes a una democracia que se basa en una concepción defectuosa de la humanidad. En otras palabras, la novela parece indicar que, para que la democracia funcione correctamente, debe haber una noción compartida del bien. Pero la gente, sostiene el texto, no opera de esta manera. Esta noción es coherente con una postura marxista, que sostiene que el proletariado no necesariamente reconoce lo que es bueno para sí mismo, por lo que es necesario que una vanguardia le marque el camino.
Ahora bien, si la organización política representada alrededor de la figura del médico es criticada, entonces debemos considerar también las críticas que reciben las formas autoritarias de gobierno, ejemplificadas por el régimen del ciego de la pistola. Este régimen depende, ya no de la buena voluntad, sino del miedo, pero, en contraposición, da cuenta de ser más eficaz. Varios internos hacen esta observación después de que el ciego de la pistola toma el poder. Este gobierno no es, estructuralmente, tan diferente al del médico: el problema radica en que en su líder se encarnan los peores defectos de la humanidad. Por lo tanto, la novela parece sugerir que cualquier gobierno centralizado siempre terminará siendo abiertamente corrupto porque responde, de forma magnificada, a la corrupción de una persona. No parece ser casualidad que el dictador del manicomio sea ciego y que, por tanto, sus amenazas con el arma no estén dirigidas a nadie en particular. Así es como se mantienen las autocracias, y la dictadura portuguesa no fue la excepción: amenazan con la violencia, una violencia que es especialmente temeraria porque puede recaer, virtualmente, sobre cualquiera. Esta crítica está definitivamente en línea con la postura antiautoritaria del Partido Comunista Portugués, al que Saramago estaba afiliado.
Frente a estas descripciones pesimistas de la organización política, se vislumbra en la novela cierta esperanza. Hay una organización que da muestras de ser sana y duradera a lo largo de la novela, y es una suerte de unidad familiar de hecho. Los internos de la primera sala son esencialmente una familia ensamblada. Es este tipo de pertenencia, y este tipo de organización, lo que definitivamente se valora en Ensayo sobre la ceguera.