Resumen
Los ciegos llegan a la casa del médico y se instalan, decididos a permanecer juntos y vivir allí. La mujer del médico encuentra ropa para todos y ropa de cama limpia. Comen el resto de la comida y se acuestan. Esa noche comienza a llover y la mujer del médico dirige a la muchacha de las gafas oscuras y a la mujer del primer ciego afuera para poder lavarse. Las tres mujeres se bañan bajo la lluvia y recogen agua para que los hombres también se laven más tarde. La esposa del médico prepara, con el agua recogida, un baño para que el anciano de la venda negra se bañe. Él entra al baño, se desnuda y comienza a bañarse, solo para encontrar a una mujer en la bañera con él, que le lava la espalda. Se imagina que es la mujer del médico pero no pregunta.
A la mañana siguiente, le dan la poca comida que les queda al niño. La mujer del médico acompaña al primer ciego y a su esposa a buscar su casa. Cuando llegan, encuentran a un hombre viviendo en su piso. Es muy educado y les dice que es escritor, aunque eso en verdad no importa, ya que no se volverá a ver siquiera ninguna palabra que él escriba. Les cuenta con entusiasmo que ha estado escribiendo toda su experiencia, usando un bolígrafo para grabar las palabras en el papel. Al principio el primer ciego quiere quedarse en su casa con su mujer, pero pronto decide que será mejor permanecer todos juntos. El grupo regresa a la casa del médico y la mujer de este le lee al resto un libro que encontró en el estudio de su esposo.
Análisis
El baño de las mujeres bajo la lluvia es otro ejemplo de sus intentos por conservar su humanidad y de hacerlo, nuevamente, a través de la creación de un lazo de sororidad y complicidad que excluye a los hombres. No es casual que sean las mujeres quienes vuelvan a oponer, a la violencia y el egoísmo reinantes, un ejemplo de humanidad y de cuidado mutuo. Esta escena no puede sino ser leída en paralelo al lavado de los cuerpos después de la violación en el manicomio. No obstante, mientras el baño en el manicomio fue un ritual de lamentación y de duelo, el que tiene lugar ahora parece más bien una afirmación de vida: "el paraíso era allá fuera, en la terraza" (p.252), afirma el narrador.
La figura del escritor sirve de contrapunto, como adelantamos en el apartado anterior, a la figura de la anciana que caza conejos para sobrevivir, y plantea un tema interesante que aparece a lo largo del texto: el de la memoria y la historia. A lo largo del texto surge la pregunta sobre si la especie humana continuará existiendo si pierde la memoria y su propia historia. El caso del escritor muestra que hay una pizca de esperanza: el hombre sigue escribiendo aunque está seguro de que nadie leerá su obra. Escribir, para él, no es un proceso para recordarles a los demás lo que sucedió, sino más bien un mecanismo para recordarse a sí mismo quién es. En medio de todas las dificultades que rodean a los ciegos cada día, es fácil para ellos olvidar que alguna vez fueron humanos y que pueden aferrarse a algunos de esos valores. Es por ello que le implora a la esposa del médico que no olvide quién es. El escritor comprende la importancia de la memoria y su papel en mantenernos humanos.
Leída esta sección a través del marco de la alegoría, podemos ver que el escritor también forma un contrapunto con la mujer del médico. Si la esposa del médico puede leerse alegóricamente como un filósofo platónico, entonces el escritor puede interpretarse, alegóricamente, como el artista ideal. El papel del filósofo es ver cómo son realmente las cosas y mostrárselas a su prójimo. El papel del artista es imaginar cómo podrían ser las cosas, en contraste a cómo son, de hecho, en la realidad. Esto significa que lo que un artista hace es en algún punto inútil, pero, para citar a Nietzsche, "tenemos arte para no morir de la verdad". El gesto inútil, es decir, la ausencia de un propósito pragmático, que caracteriza al arte, es en última instancia lo que lo hace profundamente humano. El escritor representa al artista porque se involucra en su creación como una estrategia de supervivencia, en pos de conservar su propia humanidad. Incluso en estas circunstancias de extrema necesidad, el escritor se entrega a la creación para recordarse a sí mismo que sigue siendo humano.