Resumen
El ministro de Salud relevó las instalaciones disponibles en la ciudad y decidió internar a los ciegos en un hospital psiquiátrico abandonado. El médico y su esposa son los primeros en llegar al edificio, que consta de dos alas; una para posibles infectados y otra para los que ya se han quedado ciegos. Una vez adentro, al médico y a su esposa se les unen otras cuatro personas: el primer ciego, el ladrón del coche, la muchacha de las gafas oscuras y un niño estrábico que también estaba en la clínica cuando llegó el primer ciego. Con cierta dificultad, cada uno elige una cama. La esposa del médico intenta ayudar sin poner en evidencia que no está ciega.
Muy pronto se escucha una grabación que establece las reglas de cuarentena para los nuevos internos: recibirán tres raciones de comida por día; no deben intentar abandonar el recinto, bajo pena de muerte; deben quemar su propia basura y enterrar eventualmente a sus propios muertos. Muy pronto, el primer ciego y el ladrón del coche se reconocen mutuamente y comienzan a pelear. Una vez que la situación se evidencia inútil y hasta ridícula, el niño dice que necesita ir al baño y el pequeño grupo se pone en marcha para encontrar los baños, guiado por la mujer del médico.
Caminando en fila, el ladrón del coche comienza a manosear a la muchacha de las gafas oscuras, que responde dándole una patada. Sin quererlo, le clava el tacón de su zapato en la pierna, y el hombre comienza a sangrar. El médico y su mujer improvisan un torniquete y limpian la herida con el agua disponible, pero la herida es profunda.
Análisis
Cuando llegan al hospital abandonado, continúa el proceso de nivelación social y comienza a vislumbrarse, como un problema central, la agresión y la incapacidad de llegar a un acuerdo, las cuales caracterizan las interacciones de los internados. Esto se puede ver en la interacción entre el primer ciego y el ladrón del coche. Ambos consideran al otro el agresor: el primer ciego, porque el otro le robó el coche; el ladrón, porque el primer ciego lo contagió. La situación de la muchacha de las gafas oscuras y el ladrón también va en este sentido; él la agrede sexualmente y ella responde con violencia. Este caso es emblemático porque ese pequeño evento tendrá, pronto, consecuencias funestas.
Este incidente, a través de la herida que dejará como consecuencia en la pierna del ladrón, también servirá para ejemplificar nuevamente cómo la medicina, en cuanto representación metonímica del saber y de las instituciones sociales que sostienen el entramado social, se muestra inútil en este nuevo contexto: se hace evidente que el médico, sin instrumentos, bien podría no ser un médico. En este sentido, su incapacidad de ejercer su oficio y poner en práctica sus conocimientos también apunta al proceso de igualación social que se desprende del caos. En todo caso, queda claro que, de repente, incluso pequeños problemas, como una herida relativamente leve en la pierna del ladrón del coche, comienzan a cobrar una importancia capital.
Los problemas fundamentales que harán que el manicomio sea prácticamente inhabitable también se evidencian en esta parte. El niño estrábico no puede aguantarse y se orina camino al baño. Como nadie, excepto la mujer del médico, puede ver, y él está demasiado avergonzado como para confesarlo, nadie lo ayuda. El tema de la higiene se convertirá en un gran problema más adelante. Lo mismo sucederá con la organización, que evidencia ser un problema fundamental y lo será cada vez más, a medida que lleguen más internados.
Alegóricamente, este es el punto de la narración en el que, por así decirlo, los ciegos guían a los ciegos. Sin embargo, el hecho de que la mujer del médico todavía pueda ver remite al filósofo de la segunda mitad de la alegoría de la caverna de Platón. En esta segunda parte de la alegoría, el filósofo, encarnado en aquel que puede salir de la caverna y ver las cosas como realmente son, vuelve a entrar en ella y es tratado por los demás como un loco. En este hospital abandonado, también hay una persona capaz de salir de la caverna, por así decirlo. Sin embargo, aquí la diferencia es que, en lugar de ser tratada como una loca, ella se ve obligada a mantener en secreto su situación. En todo caso, la verdad que ella, a diferencia de los otros, será capaz de ver, se evidenciará cada vez más difícil de digerir.