Resumen
El viejo de la venda negra resulta ser otro paciente del médico, un anciano con un solo ojo que sufre de cataratas. Lleva una pequeña radio de transistores que les permite a los internos escuchar una canción y enterarse de noticias del mundo exterior.
Así se enteran de que, en los primeros días, el Gobierno expresó su confianza en que el número de casos estuviera alcanzando un pico. Se organizaron reuniones y coloquios, pero la inutilidad de estos eventos quedó demostrada en la frecuencia con la que los participantes se quedaban ciegos. La moral del Gobierno está baja; su estrategia parece estar cambiando día a día. Al principio buscaban confinar solo a los ciegos en las cuarentenas, luego optaron por que las familias cuidaran de los ciegos en sus propios hogares. Toda la infraestructura de la ciudad se ve afectada. El tráfico se ha detenido por completo, ya que las personas están ciegas o bien tienen miedo de ser atropelladas por un conductor ciego.
Después de escuchar las noticias del mundo exterior, los internos están desesperanzados. El viejo sugiere entonces que cada uno comente lo último que vio. Después de hacerlo, escuchan las noticias nuevamente, y no hay buenas noticias.
Análisis
Un aspecto del tono alegórico de Ensayo sobre la ceguera proviene de su falta de referencias concretas que lo vinculen a un tiempo y un lugar específicos. También contiene elementos improbables en la trama que parecen insistir en un giro alegórico. La llegada del anciano es uno de estos elementos, porque supone que, ahora, todos los pacientes del médico que conocimos al principio de la novela están en ese sector. Este es también un recurso narrativo conveniente, en tanto le permite al narrador contar lo que está sucediendo en el mundo exterior sin alejarse del enfoque de la narración, que es el hospital psiquiátrico abandonado.
La solidaridad del primer pabellón comienza aquí a destacarse frente a la barbarie de otros sectores. Esta solidaridad se ve favorecida por el hecho de que, en este capítulo, comparten sus recuerdos, que son, en muchos sentidos, todo lo que tienen. El papel de recordar será cada vez más importante a medida que avance la historia. Olvidar quiénes son y qué los hace humanos es un peligro constante en el mundo de los ciegos. Este deseo de recordar distinguirá, en este apartado, a los miembros del primer pabellón del resto de los internos.
Es también en esta parte donde queda claro, para quienes están en cuarentena, que no hay esperanza de que los encuentren en el mundo exterior. Mientras no tenían noticias del exterior, podían albergar alguna esperanza de que su problema hubiera sido aislado y de que hubiera gente trabajando en una cura. Este ya no es el caso.
Vale la pena recordar que, según la escuela platónica, los hombres no siempre fueron ciegos a las verdades del universo. Alguna vez fueron capaces de ver la realidad, hasta que fueron cegados. Con el tiempo, tanta gente se quedó ciega ante las verdades del universo que olvidaron que las habían olvidado. Con el descenso final del mundo entero a la ceguera, se ha producido una situación similar. El mundo de los ciegos es ahora el único, constituyendo el nuevo estándar de normalidad para toda la humanidad.