Ensayo sobre la ceguera

Ensayo sobre la ceguera Resumen y Análisis Parte IX

Resumen

Con la llegada de los nuevos internos, el recinto se convierte en una completa inmundicia: hay excremento por todas partes, ya que los ciegos han desistido de usar los baños. La esposa del médico, incapaz de soportarlo más, decide decirle al resto de los internos que puede ver, para poder moverse sin temor a que la descubran. Sin embargo, cambia de opinión cuando reconoce la gran cantidad de tareas que esa confesión conllevaría para ella. Aunque quisiera, no podría encargarse ella sola de llevar adelante la limpieza de todo el complejo.

Esa mañana, cuando un representante de su sala va a recoger la comida, se encuentran con un grupo de hombres de otro sector que se apropia de todo el alimento, resguardándolo con palos. Cuando van a reclamar, uno de la banda saca una pistola y dispara al aire, amenazando con disparar en dirección a cualquiera que se queje. Explica que, a partir de ese momento, los internos comprarán la comida para su sala con objetos de valor. Comenzando de inmediato, todos deben regresar a sus salas y recoger todos los relojes y joyas que tengan y volver con ellos. Entonces recibirán sus raciones.

De vuelta en la primera sala, los internos recogen sus objetos de valor para entregarlos, pero la esposa del médico se queda con unas tijeras y el viejo de la venda negra se queda con la radio. El médico es elegido para llevar los objetos de valor a la sala del ciego de la pistola. Una vez allí, se da cuenta de que, entre ellos, hay un hombre que ha sido ciego toda su vida y lleva las cuentas en braille. Al entrar en una discusión con el ciego de la pistola, el médico deja pasar una oportunidad de quitarle el arma.

Análisis

Hasta este momento, la esposa del médico sentía cierta responsabilidad de ayudar a quienes no podían ayudarse a sí mismos. Sin embargo, ahora se da cuenta de que esto simplemente no es posible. Incluso si le dijera a los otros que puede ver, lo más probable sería que se terminara transformando en su esclava en lugar de poder ayudarlos. En este sentido, sus reflexiones nos vuelven a recordar a Platón. En la alegoría de la caverna, el filósofo consigue salir de la cueva donde vive el resto de la humanidad. Él ve la verdad del mundo, pero debe distribuir estas verdades lentamente, para no ser considerado loco o peligroso. En el caso de la esposa del médico, los ciegos la superan ampliamente en número y ella se termina dando cuenta de que debe administrar su visión privilegiada para que esta pueda, eventualmente, ser útil para los otros y, también, para ella misma.

La introducción del ciego de la pistola y su régimen de distribución de alimentos marca un cambio en la organización del manicomio. Hasta ese momento, el funcionamiento del lugar se había organizado de manera más o menos democrática: todos los problemas se resolvían a través de la discusión y se abordaban caso por caso. Pero este modo demuestra ser ineficaz y estar plagado de problemas, como las peleas entre internos o el robo de alimentos. El ciego de la pistola instituye lo que es esencialmente un gobierno centralizado y autocrático con él en el centro.

El hecho de que la mujer del médico se quede con las tijeras saca a la luz dos cuestiones interesantes. La primera es que ella parece prever la posibilidad de tener que asesinar, eventualmente, al ciego de la pistola. La segunda es que ella no parece saberlo conscientemente. La novela enfatiza una y otra vez en el hecho de que la esposa del médico está desconcertada respecto a por qué se quedó con las tijeras: "La mujer del médico miraba las tijeras, intentaba pensar por qué las estaba mirando así, así cómo, así, pero no encontraba ninguna razón, realmente, no podría hallarse razón alguna en unas simples tijeras grandes, colocadas en sus manos abiertas, con sus dos hojas niqueladas y las puntas agudas y brillantes" (p.131). Más tarde, una incertidumbre similar girará en torno a las causas por las que emprende misiones nocturnas de reconocimiento en las otras salas.

Este tipo de ambigüedad respecto a las acciones de la mujer del médico puede responder a dos causas. La primera, que se quede con las tijeras de forma casual, parece improbable. Pareciera más bien que, inconscientemente, ella sabe lo que debe hacerse y no puede admitir de forma consciente que ese sea el curso de acción éticamente correcto. Curiosamente, el hecho de que el médico desaproveche, al final de este mismo capítulo, la oportunidad de quitarle el arma al ciego de la pistola sugiere y adelanta un corrimiento del esquema moderno de distribución del poder, según el cual los hombres, y particularmente los hombres blancos, heterosexuales, bien posicionados económicamente y poseedores del saber (científicos y tecnócratas) son quienes detentan el poder. En la distribución de poder del mundo ciego, el coraje, la autosuficiencia y las relaciones de parentesco (incluso los que exceden los lazos de sangre, como el que se va desarrollando entre los habitantes de la primera sala) se vuelven más importantes.

La causa de este cambio político, de una democracia relativa a una autocracia impuesta por la violencia, se debe, claramente, a la ceguera de los internos. Si tenemos en cuenta, nuevamente, el significado alegórico de la ceguera, podemos ver que la situación en el manicomio abandonado es una puesta en escena de la creencia generalizada de la Ilustración de que la autocracia y la tiranía son producto de la ignorancia y la irracionalidad. La irracionalidad de los ignorantes da lugar a los tiranos, como lo hace la ceguera de los internos.

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