Resumen
En plena hora pico, en una ciudad sin nombre, un hombre que estaba manejando su coche se queda ciego en una intersección. Al darse cuenta de que no puede ver, se agita y grita hasta que alguien se apiada de su situación y se ofrece a llevarlo a su casa. Una vez que llegan al apartamento, el buen samaritano se ofrece a quedarse con él hasta que llegue su esposa. Temiendo que pueda tratarse de un ladrón, el primer ciego se apresura a cerrarle el paso y le dice que estará bien.
Moviéndose a ciegas en su propia casa, el primer ciego derriba un jarrón lleno de flores y se corta. Desesperado, se venda lo mejor que puede y se queda dormido sobre el sillón. Cuando llega su esposa, primero se molesta por el jarrón roto, hasta que ve la sangre y se da cuenta de que algo anda muy mal. Hablando con su esposo sobre su repentina condición, ella se da cuenta de que esta ceguera es particularmente extraña, en el sentido de que, en lugar de no ver nada, ve una blancura lechosa. Decide llevarlo a la clínica oftalmológica inmediatamente. Llama por teléfono y, al explicar la situación de su esposo, consigue que el médico acepte atenderlo sin demoras. Al bajar a la calle, la mujer del primer ciego no puede encontrar el coche. Rápidamente se dan cuenta de que el buen samaritano se lo ha robado. Enfurecidos y desanimados, toman un taxi hasta la clínica.
Al llegar, ambos son dirigidos directamente al consultorio. En la sala de espera ven a un viejo con cataratas, un niño estrábico y una muchacha con conjuntivitis. Después de realizar una serie de pruebas, el médico se muestra completamente desconcertado: los ojos del hombre no muestran signos de lesión o daño. Promete que se pondrá en contacto con sus colegas y hará algunas investigaciones para analizar el caso.
Análisis
Al comienzo de la novela se plantea el conflicto principal inmediatamente. La epidemia se desata en las primeras líneas, y enseguida comprendemos que no tiene una causa identificable ni un modo de transmisión conocido. En esta primera sección se anticipan también varios de los temas principales de la novela.
La historia es contada por un narrador en tercera persona omnisciente que se constituye como una voz muy particular, porque incorpora las voces y pensamientos de los personajes a través de una suerte de discurso indirecto libre. Este estilo narrativo se caracteriza por la incorporación, en la voz narrativa, de enunciados atribuidos a los personajes, que pueden evidenciarse por diferentes marcas textuales o meramente por el registro utilizado, pero que no se explicitan como discurso directo (a través de comillas o líneas de diálogo) ni indirecto (mediante la introducción de verbos del decir y una frase subordinada, como en "Juan dijo que me quiere"). En este caso, el narrador marca la intromisión de las voces de sus personajes con un sistema intermedio: utiliza verbos introductorios, pero no sigue las reglas del discurso directo ni del indirecto, sino que continúa el discurrir narrativo comenzando las frases atribuidas a sus personajes con mayúsculas: "Estoy ciego, estoy ciego, repetía con desesperación mientras le ayudaban a salir del coche, y las lágrimas, al brotar, tornaron más brillantes los ojos que él decía que estaban muertos. Eso se pasa, ya verá, eso se pasa enseguida, a veces son nervios, dijo una mujer" (p.7). De este modo, la historia se irá contando con una voz irrumpida por otras que se va desplegando en frases largas, pausadas por numerosas comas, sin volverse barrocas. La lectura es relativamente ligera y amena.
Otra característica del narrador de Ensayo sobre la ceguera es que apela constantemente a refranes populares. A veces, estos aparecen utilizados por los personajes, mientras que en otras instancias es el mismo narrador quien los incorpora en su discurso. En algunos casos, estos refranes aparecerán modificados o se pondrá en duda su veracidad, por lo que el saber popular contenido en ellos será problematizado. Esto es coherente con una novela que tiene entre sus temas principales la fragilidad del entramado social, sostenido, en buena medida, por este sentido común que los refranes representan.
La historia comienza en el instante en el que el primer ciego pierde la vista. No es casual que esto le suceda mientras está en su automóvil, esperando que el semáforo lo deje avanzar, porque su ceguera provocará un pequeño caos de tránsito que presagia el colapso de la infraestructura que se apoderará de la ciudad tras la propagación de la ceguera blanca. También podemos pensar como un presagio el modo en que el ladrón de coches se aprovecha de la situación del primer ciego: la naturaleza egoísta y hasta depredadora de la humanidad, que se desarrollará a lo largo de todo el libro, ya puede vislumbrarse en este acto.
Por otro lado, vemos la importancia de la pertenencia y del hogar cuando el ciego regresa a su apartamento y no solo no puede reconocerlo, sino que, dada su nueva condición, rompe un jarrón y se lastima. Esto da cuenta de que incluso el hogar puede convertirse fácilmente en un lugar hostil. Si pensamos en el hogar en un sentido amplio, como aquello que es familiar y acogedor, este pequeño accidente también presagia el modo en el que el mundo conocido de los personajes, es decir, el espacio que habitan y el entramado social en el que se insertan, se van a desmoronar rápidamente.
En tercer lugar, en esta sección también comenzamos a ver la impotencia de la medicina. En Ensayo sobre la ceguera, la medicina funciona como una metonimia de toda la vida moderna. Esta disciplina funciona muy bien en este sentido porque, en ella, todos los beneficios de la modernidad se aplican a los problemas más fundamentales de la vida humana. Todos los demás aspectos de la vida moderna; el gobierno, la cultura y la economía, por ejemplo, son inútiles sin la posibilidad de una vida saludable. El fracaso de la medicina frente a este repentino brote epidemiológico de ceguera provoca, a la vez que representa metonímicamente, el eminente fracaso del mundo moderno como un todo.
Finalmente, destacamos que el libro abre con un epígrafe atribuido al Libro de los consejos: "Si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara". Esta introducción al texto nos sugiere la posibilidad de una lectura alegórica de la historia, al recordarnos la tradicional relación metafórica, en el pensamiento occidental, entre vista y entendimiento.
En la alegoría de la caverna de Platón, un grupo de cautivos es encerrado en una caverna, sin poder ver más que las sombras del mundo exterior proyectadas sobre la piedra frente a ellos, y creyendo que esas sombras proyectadas son las cosas que en verdad proyectan esas sombras, es decir, el mundo. Con esto se pretende alegorizar la relación del hombre con la verdad, de la que, tal como la entiende el filósofo, solo conocemos reflejos y sombras si nos atenemos a la experiencia. La ceguera de la novela opera en este mismo sentido alegórico, utilizando la ceguera como metáfora de la ignorancia. Aún más, podemos decir que la ceguera, en la alegoría platónica, sirve como una barrera para la verdadera comprensión, así como la ceguera en la novela es en sí misma incomprensible: los médicos están desconcertados en cuanto a por qué surge, cómo se propaga y qué se puede hacer para detenerla.