La huerta (“Las palabras silenciosas”) (Imágenes visuales, táctiles y auditivas)
Manuel, el protagonista de “Las palabras silenciosas”, es un hombre de origen chino que vive en un pueblo de México y cuyas dificultades con el idioma español impiden que pueda establecer lazos sólidos con las personas que lo rodean. A consecuencia de ello, se vuelve extremadamente solitario e introvertido. De algún modo, Manuel compensa su soledad a través del trabajo que realiza en la huerta, donde se conecta profundamente con la naturaleza. Por este motivo, la descripción de su trabajo tiende a acompañarse de ricas imágenes sensoriales que enfatizan la paz que produce la naturaleza en este personaje. Por ejemplo, cuando despierta a la madrugada para trabajar, describe el narrador: “La claridad empezaba. Surgida del silencio se queda un rato quieta y toca las cosas imperceptiblemente. Quieta” (12). Luego describe el placer de pisar con sus pies descalzos “la tierra esponjosa para tantear en la penumbra la primera lechuga húmeda”, hasta que finalmente comienza a clarear y los primeros sonidos se hacen oír: “Canta un gallo. Campanas y tambores en la orilla. Un grito y otro. Cien pájaros de pronto” (13).
El disparo (“Los inocentes”) (Imagen auditiva)
“Los inocentes” narra la historia de una mujer cuyo hijo secuestró el ejército. Para que le devuelvan a Lázaro con vida, un hermano de ella encierra a un prisionero en la casa con el objetivo de realizar un intercambio. Sin embargo, el ejército termina acabando con la vida de su hijo y, por el mismo motivo, su hermano mata al prisionero. El relato se narra desde una primera persona encarnada en ella. Es una voz signada por el dolor y la angustia que le provoca el duelo. Ello se revela en un uso particular de los tiempos narrativos, donde no se termina de comprender bien si lo que se cuenta es un presente o un pasado respecto del asesinato. Quizás el ejemplo más significativo de ello se produce en el momento de la muerte de Lázaro. En ese instante, el sonido del disparo que acaba con su vida se ofrece como una imagen acústica que la mujer no puede dejar de oír: “Ya volveré a quedarme quieta, pegada a la pared, escuchando el disparo mientras vienen a buscarme, escuchándolo siempre. Siempre” (29).
El cadáver del guerrillero (“Las muertes”) (Imagen visual)
La crítica tiende a señalar que el relato “Las muertes” tematiza la atracción morbosa que la muerte puede provocar en las personas, quienes consumen noticias e información sobre cuestiones mórbidas como si fuera un espectáculo. El protagonista de este cuento, en efecto, se presenta como un personaje obsesionado por la muerte de un guerrillero enfrentado al gobierno. La atracción irresistible que siente por este asesinato lo lleva a informarse, no solo a través de los periódicos, sino también mediante la televisión, donde se describe el cadáver del guerrillero mediante imágenes visuales explícitas: “Dentro de mi propia casa habían irrumpido e invadido todo de horror: el cadáver desnudo, hinchado, cosido en línea recta del vientre a la garganta, después de haber sido abierto en canal. Un cadáver que se exhibe por todos lados para que se vea que no tiene balazos” (32). El carácter explícito de esta descripción opera en función de dar cuenta de la atracción mórbida que el protagonista tiene por la muerte, lo cual se revela en su actitud frente a lo que ve en pantalla: “Cualquier ser sensato hubiera apagado su televisor. Yo no hice eso” (32).
Las habitaciones (“Orfandad”) (Imágenes visuales y auditivas)
La protagonista de “Orfandad” es una mujer que sueña con su infancia, con el día en que perdió sus cuatro extremidades y a sus padres en un accidente. El sueño que tiene es fácilmente calificable como una pesadilla: tras el accidente, distintos familiares se presentan en el pulcro hospital donde se recupera y no solo se van sin llevarla con ellos, sino que se burlan cruelmente de su aspecto. El hospital aparece caracterizado de la siguiente manera:
Sobre una cama dura, cubierta por una blanquísima sábana, estaba yo, pequeña, una niña con los brazos cortados arriba de los codos y las piernas cercenadas por encima de las rodillas (...). Yo sabía que estábamos a la orilla de una carretera de Estados Unidos (...). Y digo estábamos porque junto a la cama, de perfil, había un médico joven, alegre, perfectamente rasurado y limpio (33).
Sin embargo, cuando la mujer despierta se torna evidente que su vida presente no es mejor que la del sueño: ahora ya no se encuentra en un limpio hospital sino en una habitación descuidada y sucia, absolutamente sola: “Un silencio de muerte reinaba en la habitación oscura y fría. No había ni médico ni consultorio ni carretera (...). Los cuatro muñones y yo, tendidos en una cama sucia de excremento” (35).
Las imágenes visuales y auditivas utilizadas en ambas descripciones deben comprenderse en conjunto, como un contraste que sugiere el cruel destino de este personaje, en el que la sombría realidad es aún peor que la más terrible pesadilla.