Aunque el protagonista de “2 de la tarde” afirma despreciar la belleza de la joven, su comportamiento demuestra exactamente lo contrario (“2 de la tarde”) (Ironía situacional)
En el cuento “2 de la tarde”, el protagonista aguarda el ómnibus que lo llevará a su casa cuando una joven llega a esperar el mismo transporte. Desde el momento en que se percata de ella, la desprecia por no considerarla atractiva: “No, ni fijándose mucho; bonita podría ser, pero alta, y le faltaba gordura donde las mujeres deben tenerla” (17). Incluso comienza a fijarse en otras mujeres a su alrededor con el afán de mofarse de ella: “A lo lejos estaban dos vendedoras de tacos, gordas, envejecidas y con carnes colgantes (...). Le hubiera gustado enseñárselas a la muchacha y hacerle ver que eran más deseables que ella” (18). Irónicamente, desde que la joven se presenta ante él, el protagonista no deja de intentar llamar su atención y se enfurece con ella cuando advierte que esto no es recíproco. La ironía se pronuncia hacia el final del relato, cuando la joven le ofrece una sonrisa sincera que le hace descubrir que sus sentimientos de desprecio eran, en realidad, los contrarios.
El narrador de “Las muertes” dice tenerle afecto a su secretaria, pero la trata de un modo que lleva pensar lo opuesto (“Las muertes”) (Ironía situacional)
En “Las muertes”, el narrador es un hombre obsesionado con la noticia del asesinato de un guerrillero por parte del gobierno. Ese mismo día, el cuñado de Ángela, su empleada, acaba hospitalizado con cuatro balazos en el vientre. En lugar de compadecerse de ella, él se fastidia por su tristeza debido a que está demasiado concentrado en la noticia del guerrillero. En un principio, se irrita por “el dolor y el estado nervioso de Ángela”, lo que le lleva a decir que lo que le sucedió a su cuñado “sólo le pasa a los tontos y a los borrachos” (30). Por este comentario, Ángela se retira a llorar en soledad. Más tarde, la ve reprimiendo su angustia para “mostrarse tan eficiente como si lo que sucedió no hubiese sucedido” y no tiene ningún remordimiento: “No sentí nada” (30). Cansado de la situación, la deja irse a su casa “sin volver la cara hacia ella” y, horas más tarde, decide no llamarla para saber el estado del hombre: “Ni aún entonces sentí la necesidad de tomar un teléfono y preguntar si estaba muerto o no” (31).
Cabe destacar que el narrador afirma tenerle cariño a su empleada: “Yo le tengo afecto, más del que generalmente expreso, a esa mujer” (31). Sin embargo, demuestra con sus actos exactamente lo contrario, lo cual representa un claro caso de ironía situacional.
Aunque don Hernán cree tener poder sobre Raquel, la situación se da a la inversa (“Las mariposas nocturnas”) (Ironía situacional)
Don Hernán es un hacendado rico que, con ayuda de su amante Lótar, consigue adolescentes vírgenes para tener sexo con ellas a cambio de dinero. A consecuencia de su riqueza, este personaje tiene un gran poder y todo el mundo a su alrededor obedece instantáneamente sus órdenes. Sin embargo, la situación cambia cuando Raquel llega a su vida. Ella es una joven de dieciocho años que accede a acostarse con él pero, en lugar de pedir dinero a cambio, solicita ver la biblioteca y las aves que hay en la hacienda de don Hernán. Tras el intercambio, en el que no se termina consumando el acto sexual, don Hernán decide que ella se quede a vivir con él. Durante años, el hombre goza haciéndola estudiar y viajando con ella por todo el mundo. Eso provoca que, en poco tiempo, Raquel se vuelva una mujer culta y segura de sí misma: “Lía era ya una mujer hecha y derecha. Era sumamente peligrosa. Solamente faltaba un paso, el que podría darse esa noche, para que ella fuera la soberana absoluta” (113), cuenta Lótar. Irónicamente, aunque don Hernán cree tener poder sobre ella, Raquel lo maneja a su antojo y lo hace satisfacer todos sus caprichos. Hacia el final del relato, es ella quien lo presiona para que tengan relaciones, pero don Hernán no quiere hacerlo, por lo que Raquel termina abandonándolo.
Paula expresa infelicidad por su matrimonio, pero elige quedarse con su marido cuando finalmente tiene la oportunidad de ser feliz (“Atrapada”) (Ironía situacional)
Paula es una joven bella e independiente cuya vida cambia drásticamente desde el momento en que se casa con Ismael, un rico arquitecto. Con el paso del tiempo, ella pierde progresivamente su autonomía y autoestima, a la vez que abandona sus más profundos deseos y proyectos para satisfacer las expectativas de su marido. Primero renuncia a la posibilidad de ser madre, luego pierde el contacto con su familia y, finalmente, delega cada aspecto de su personalidad a la voluntad de su marido. Depresiva e insegura, Paula comienza a sentirse vacía, avejentada y fea, y considera que ya no es digna del reconocimiento de nadie. Cuando todo parece perdido para ella, se reencuentra casualmente con un antiguo amor del pasado, Marcos. Este personaje representa todo lo contrario a lo que es su marido. Además, intenta convencerla de que vuelvan a ser felices juntos. Sin embargo, ella decide dejarlo para siempre. Irónicamente, Paula desprecia su única posibilidad de recuperar su tan anhelada vida: “Hice con él lo que Ismael conmigo (...), aquella tarde volví a mi casa sin remordimientos ni nostalgias, a esperar y a sufrir al hombre de mi vida” (157).