Resumen
Una mujer sueña con el accidente en el que perdió a sus padres y sus cuatro extremidades. En el sueño es una niña y está postrada en la cama de un limpio consultorio de Estados Unidos. Solo un médico la acompaña.
Los primeros en visitarla son los parientes de su madre. El médico les explica lo que sucedió y los familiares elogian la belleza de la niña, la hermosura de su rostro. Sin embargo, se van sin llevarla con ellos. Luego se presentan los parientes de su padre. Ellos cuestionan la decisión del doctor de haberla salvado; consideran que hubiera sido mejor dejarla morir antes que vivir en el estado en el que está. Tras decir eso, uno de ellos la toma en brazos y juega con ella como si fuera una muñeca. Todos, menos ella, se ríen de la situación, y la familia del padre termina dejando el lugar.
La mujer finalmente despierta. No se encuentra en ningún consultorio limpio de Estados Unidos, sino en el cuarto de un edificio, sola y postrada “en una cama sucia de excremento” (35).
Análisis
El crítico Alfredo Rosas Martínez analiza este relato a partir de la noción de la ‘abyección’ postulada por la filósofa Julia Kristeva. Para esta filósofa, lo abyecto es una categoría tanto psicológica como política y estética, que remite a aquello que es expulsado por el individuo y pone en cuestionamiento su propia categoría como sujeto. La sangre, los excrementos, el sudor, la saliva, las heridas y las malformaciones corporales se presentan como elementos abyectos que causan tanto repulsión como atracción en el individuo y perturban su propia identidad, entendida como un sistema u orden unívoco.
Por otro lado, la categoría de lo abyecto permite ser reformulada para pensar la relación entre el Estado y los diferentes grupos sociales que son arrastrados hacia los márgenes de lo vivible, debido a que su propia existencia pone en crisis la identidad misma del todo social. Inmigrantes, personas con discapacidades, locos, perversos son los cuerpos abyectos que, en su diferencia, cuestionan la homogeneidad del cuerpo social y pierden por eso reconocimiento estatal de sujetos.
Como vemos, el concepto de lo abyecto es productivo para un análisis generalizado de la obra de Arredondo. Sin embargo, su presencia en este relato es ineludible. Las malformaciones que el accidente ha dejado en el cuerpo de nuestra protagonista impactan en la apreciación que el resto de los personajes tiene sobre ella. Se ha transformado para los demás en un ser abyecto y, por eso, ya no le reconocen como un ser humano:
—¿Para qué salvó eso?
—Es francamente inhumano.
(34)
Más aún, la falta de reconocimiento sobre su humanidad se potencia cuando comienzan a jugar con ella como un muñeco: “Iba adelantando por turno los troncos de mis piernas en aquel apoyo de equilibrista, sosteniéndome por el cuello del camisoncillo como a una muñeca grotesca” (34). Aquí, el símil ilustra la objetivación de la protagonista por parte de sus parientes, que la tratan como una muñeca grotesca en lugar de como un ser vivo y sintiente.
Su carácter abyecto se enfatiza aún más cuando despierta. Ahora ya no se encuentra en la habitación limpia de un hospital, sino en la sucia cama de una habitación vacía, en un edificio donde ya no la visita nadie: "Los cuatro muñones y yo, tendidos en una cama sucia de excremento" (35). Esta situación revela que su realidad es aún más terrible que la pesadilla, y la corporalidad abyecta que la define se explicita a partir del no reconocimiento de la sociedad en su conjunto: “Mi rostro horrible, totalmente distinto al del sueño: las facciones son informes. Lo sé. No puedo tener una cara porque ninguno me reconoció ni lo hará jamás” (35). Su rostro, parte del cuerpo tradicionalmente asociada a la identidad, es ahora informe, consecuencia de una sociedad que elige ignorar aquello que considera diferente.