Resumen
Es Año Nuevo y una mujer viaja en tren sola mientras llora y se siente desgraciada. Frente a ella, un hombre la mira fijamente e intenta consolarla con la mirada. Finalmente, ella deja de llorar. En la estación siguiente, el hombre se baja.
Análisis
Ocupando tan solo media página, “Año Nuevo” es el cuento más corto de toda esta selección. Sin embargo, Arredondo consigue plasmar en él, a través de unas pocas líneas, algunos de los temas literarios que más le preocupan.
El relato nos llega a través de la voz narrativa en primera persona de su protagonista, una mujer de la que no sabemos el nombre —algo común en los cuentos de la autora—, que viaja profundamente angustiada en un tren. Fiel a su estilo, Arredondo no explicita los motivos de su tristeza, sino que ofrece algunos indicios, breves y ambiguos, que nos permiten a los lectores imaginar posibles sentidos para el relato. De este modo, el hecho de que la narradora afirme que “Estaba sola” a “las doce de la noche” (58), más la contextualización que ofrece el propio título del cuento —es Año Nuevo—, nos lleva a preguntarnos si no será justamente esa soledad el origen de su tristeza. Ese sentido se acentúa si consideramos que es una fecha en la que las personas suelen estar en compañía de sus seres más cercanos.
Más allá de la importancia que el tema de la soledad tiene en este cuento, cabe resaltar la diferencia que presenta, respecto a otros, en lo relativo al tópico de la incomunicación: en “Año Nuevo”, el foco de la historia se centra en la mirada como un motivo que permite trascender los límites, presentes en otros relatos, que posee la palabra hablada a la hora de establecer vínculos. De este modo, nos encontramos frente a un relato que presenta a la mirada como un modo de compensar lo que mediante el diálogo es incomunicable: “Me miraba. Era un negro. Íbamos los dos colgados, frente a frente. Me miraba con ternura, queriéndome consolar. Extraños sin palabras. La mirada es lo más profundo que hay” (58).
Como vemos, es a través de las miradas que intercambia con este extraño que la narradora consigue calmar la angustia que la invade y le hace llorar. Entre ellos se produce una transferencia comunicativa no mediada por las palabras, aunque sí suficiente para consolarla.
“Año Nuevo”, entonces, es uno de los pocos cuentos que analizamos en los que el final transmite un sentido positivo, reparador y esperanzador respecto a los tópicos de la incomunicación y la soledad, al tiempo en que no produce una oposición entre las necesidades de la protagonista femenina y el rol del personaje masculino. En contraste con otros relatos, aquí el hombre no busca sacar ventaja de la mujer sino que, por el contrario, deja el tren cuando advierte que ella se ha calmado: “Sostuvo sus ojos fijos en los míos hasta que las lágrimas se secaron. En la siguiente estación, bajó” (58).