Resumen
Manuel es un campesino de origen chino que vive en un pueblo del norte de México. Aunque tiene una buena relación con el resto de los pobladores, el hecho de que no domine la lengua española le dificulta establecer lazos firmes con ellos. Aun así, Manuel consigue casarse con Eduwiges, a quien llama "Lu" debido a que no puede pronunciar correctamente su nombre. Junto a ella tiene tres hijos que se parecen en todo a su madre, salvo en sus ojos levemente rasgados, que son herencia suya. Manuel no logra generar un buen vínculo con ellos, ni transmitirles su amor por la naturaleza y el arte del cultivo. Un día, Lu toma a sus hijos y huye con Ruperto, un antiguo cliente de Manuel. Aunque le apena la situación, Manuel no la culpa, ya que ha visto a Ruperto y a Lu conversar fluidamente y a las carcajadas, y sabe que él nunca podrá tener una relación similar con ella.
Años después, la cotidianeidad de Manuel discurre entre la cosecha y la siembra de las tierras que don Hernán le ha arrendado para trabajar. Por la mañana trabaja en la huerta y, al salir el sol, se dedica a recorrer el pueblo para vender sus productos. Don Hernán es el único que parece preocuparse verdaderamente por él y por los suyos. Los defendió en tiempos de persecución e incluso le ha prestado libros a Manuel, quien los lee y copia con esmero. También es la única persona con la que Manuel se intenta comunicar realmente; con el resto de las personas del pueblo, ni lo intenta. Ellos creen que sus dificultades para pronunciar el español son un signo de que tampoco lo comprende. Lo tratan como a un niño o como a un estúpido, y “no hablan con él como hablan entre ellos, aunque algunos sean tan tontos” (15). Por este motivo, Manuel tiene una vida muy solitaria y reflexiva. De hecho, ni siquiera se llama Manuel, pero desistió de decirle su verdadero nombre a la gente de allí.
Se acerca el periodo en el que se cosechan las amapolas, planta de la que se extrae el opio. Todos los años, Manuel separa una parte de la producción para sí mismo, para consumir en “las noches de luna, algunas de soledad, o cuando iba a conversar, pausadamente, con los suyos” (16). Tiempo después, en mayo, llega una visita inesperada: sus tres hijos se hacen presentes en el moderno camión de Ruperto. Vienen con el objetivo de reclamar las tierras de Manuel, tierras que, en realidad, son de don Hernán, por lo que no pueden quedárselas. No obstante, la vileza de esa visita perturba profundamente a Manuel. Esa noche, ya solo, consume opio hasta sentirse “cerca del paraíso” (16). Luego prende fuego la choza y se acuesta en su cama a esperar la muerte.
Análisis
Para comprender cabalmente el sentido de este relato, debemos recurrir a ciertos acontecimientos de la historia mexicana de comienzos del siglo XX. Debido a la expulsión en Norteamérica de las comunidades chinas, a fines del siglo XIX, se produce un gran afluente migratorio en territorio mexicano. La llegada de estos inmigrantes no es bien recibida y los episodios de xenofobia se hacen esperar poco. El racismo que sufren implica desde un acoso y menosprecio generalizados —los tratan de sucios, viciosos y corruptos—, hasta situaciones de gran violencia, como la matanza de Torreón, en 1911, en la que se torturan y asesinan a más de trescientos integrantes de la comunidad china.
Sinaloa, Estado en el que Inés Arredondo pasó su infancia, fue uno de los focos de mayor violencia racista en contra de esta comunidad. Tal como menciona la crítica Martha Elena Munguía Zatarain, pese a que Arredondo nació varios años después del auge de estas manifestaciones de xenofobia, “han quedado palpitantes muchas huellas de esta historia en el Estado de Sinaloa” (2021: 405). La historia relatada en “Palabras silenciosas”, por lo tanto, se nutre y debe leerse a la luz de estos acontecimientos históricos.
En este relato, Manuel es un hombre de origen chino que sufre de la soledad que le produce vivir entre personas con las que no comparte ni lengua ni cultura. Pese a que, sacando la relación con su esposa e hijos, no sufre episodios de violencia racista explícita, el aislamiento en el que se encuentra está indisociablemente ligado a su condición de inmigrante. Sobre ello, Munguía Zatarain señala que “en él desembocan los destinos de toda una comunidad” (2021: 407). Es decir, su historia puede extrapolarse a la del resto de los individuos en su misma posición social.
El único personaje con el que Manuel logra establecer un vínculo desprovisto de todo prejuicio es con don Hernán, quien le ofrece sus tierras para que trabaje, le presta libros e intenta comunicarse con él, pese a sus dificultades con la lengua española. Además, el texto alude, sin mayores precisiones, a un episodio de violencia sobre la comunidad china en el que don Hernán interviene para proteger a Manuel y a los suyos: “Cuando la gran persecución a los chinos en el noroeste, no había permitido que ninguno de ellos fuera tocado, ni los ricos ni los pobres” (10).
Ahora bien, la referencia histórica se resignifica en este relato a partir de su relación con dos temas fundamentales de la obra arredondiana: la incomunicación y la soledad. Las diferencias idiomáticas, en este sentido, operan como uno de los dominios en los que el racismo actúa sobre las poblaciones marginalizadas, y esto se verifica en la lectura a partir de la angustia que le produce a Manuel no poder comunicarse con el resto:
Hay tantas cosas que quisiera decir, que ha intentado decir, pero renunció a ello porque suenan ridículas, él las oye ridículas en su tartajeo que todavía no sabe hablar. Sólo don Hernán… Pero con los otros no insiste, comprende que si uno no se explica los otros piensan que es inútil responderle, hablarle, porque sienten que no entiende, que su imposibilidad de expresión correcta es indicio seguro de imposibilidad de comprensión verdadera (14).
Como vemos, sus dificultades para pronunciar el español se presentan como el principal desencadenante de sus desdichas y su sensación de soledad. Es por este motivo que Eduwiges termina engañándolo con Ruperto y que las demás personas lo consideran falto de inteligencia e interés. Como lectores, sin embargo, somos conscientes de que Manuel esconde una sensibilidad y capacidad de raciocinio profundas, pero ello no alcanza para que logre establecer lazos profundos con el resto, ni siquiera con sus hijos, cuya cruel demanda hacia el final del relato acaba ocasionando su suicidio.