Resumen
Un hombre se encuentra obsesionado por la noticia de la muerte de “un guerrillero alzado en armas contra el gobierno” (32). Ese mismo día, el cuñado de su empleada, Ángela, recibió cuatro balazos mientras participaba en una pelea de gallos. Ángela está angustiada por su cuñado, aunque no se sabe si murió o está agonizando. Sin embargo, su jefe desmerece la situación, ya que todo su interés se lo lleva la muerte del guerrillero.
Eventualmente, el hombre decide irse del trabajo, dado que no puede concentrarse por la noticia. Le da el resto del día libre a Ángela, deja la oficina y sale a dar un paseo. En la calle compra el periódico y sigue informándose acerca del caso. Luego llega a su casa, donde comienza a hacerlo a través de la televisión. La pantalla muestra imágenes morbosas del cuerpo. Sabe que cualquier persona apagaría el televisor ante esas imágenes, pero él continúa viéndolas de todos modos. Mientras tanto, reflexiona acerca de que lo que le sucedió al cuñado de Ángela es ridículo; no puede compararse con la muerte del guerrillero.
Análisis
Como es usual en los cuentos de Arredondo, los títulos de los relatos son más bien sugerentes respecto al argumento principal de cada historia. En este caso, nos encontramos ante un texto que tematiza la muerte. Más específicamente, aborda la muerte como objeto de atracción obsesiva y de consumo.
Sin embargo, a diferencia de la mayoría de los relatos de esta selección, nos encontramos ante uno que tiene como protagonista a un hombre cuya sensibilidad y relación con la muerte contrasta significativamente con la del segundo personaje de la historia: Ángela, su empleada. Como vemos, la historia presenta dos muertes: una explícita, la del guerrillero, y otra sugerida por el título del cuento y el argumento de la historia, aunque nunca confirmada, esta es, la del cuñado de Ángela. Como decimos, la narración expone también dos reacciones opuestas ante la muerte y, mientras el protagonista se caracteriza por ser un hombre frío, desapegado y morboso, Ángela es una mujer profundamente afectada por la posible muerte de un ser querido.
De este modo, paralelamente a la expresión de una curiosidad obsesiva por la muerte del guerrillero, el hombre se desinteresa hasta la crueldad por la situación de salud crítica en la que se encuentra el cuñado de Ángela: “No me conmovió lo que me contó ni el que saliera apresuradamente de mi despacho para ocultar las lágrimas cuando le dije: ‘Eso sólo les pasa a los tontos y a los «borrachos»’” (30). Ella, por su parte, se encuentra profundamente angustiada, sin conseguir ningún tipo de gesto empático por parte de su empleador: “Vi a Ángela toda la mañana con sus ojos enrojecidos (...), su esfuerzo por mostrarse tan eficiente como si lo que sucedió no hubiese sucedido. Y no sentí nada” (30).
Bajo la figura del narrador/protagonista, el relato presenta entonces una crítica al consumo de la muerte como espectáculo, en la medida en que su interés morboso se ve constantemente alimentado por las noticias de los diarios, las conversaciones de las personas en la calle y, más explícitamente, la televisión, donde se describe el cadáver del guerrillero muerto mediante imágenes visuales cruentas: “Dentro de mi propia casa habían irrumpido e invadido todo de horror: el cadáver desnudo, hinchado, cosido en línea recta del vientre a la garganta, después de haber sido abierto en canal. Un cadáver que se exhibe por todos lados para que se vea que no tiene balazos” (32).
El carácter explícito de esta descripción opera en función de dar cuenta de la atracción mórbida que el protagonista tiene por la muerte, lo cual se revela en su actitud frente a lo que ve en pantalla: “Cualquier ser sensato hubiera apagado su televisor. Yo no hice eso” (32). A diferencia de Ángela, que responde con angustia ante la noticia de la muerte, este personaje se distancia emocionalmente de ella al percibirla como un hecho estético: “Lo perturbador es que se trata de un asunto estético. (...) No, no se trataba de la barbarie, sino de la forma, del estilo de la barbarie” (30).
Cabe mencionar, por último, la ironía que subyace en la relación que el protagonista tiene con Ángela. Este personaje afirma querer a su empleada: “Yo le tengo afecto, más del que generalmente expreso, a esa mujer” (31). Sin embargo, su comentario demuestra ser claramente cínico, ya que todas las interacciones que tiene con ella demuestran un crudo desinterés, más que afecto y cariño. Primero se irrita por “el dolor y el estado nervioso de Ángela”. Luego, no siente ningún remordimiento ante su angustia: “No sentí nada” (30). Cuando se cansa de estar en la oficina, la deja irse a su casa “sin volver la cara hacia ella”. Y, finalmente, toma la decisión de no llamarla para saber el estado de su cuñado: “Ni aún entonces sentí la necesidad de tomar un teléfono y preguntar si estaba muerto o no” (31).